Como algunas mujeres eligen desperdiciar su vida, muchas otras son SI1STAS "La palabra NO les está prohibida". La mujer siísta mantiene el lema de los scouts: siempre lista a la hora que sea y para todos los que la necesiten. Cree que es indispensable y nadie podrá hacer las cosas mejor que ella. Las expectativas y exigencias son estrictas e implacables, y la perfección se convierte en una obsesión en todos los aspectos de la vida.
La mejor madre, la ejecutiva del año, la esposa incondicional, la amiga maravillosa, la amante perfecta y dispuesta, el mejor cuerpo, el maquillaje impecable, y una respuesta afirmativa para todos aquéllos que nos rodean. Se supone que debemos vivir acordes con todos nuestros roles tradicionales, criar a los hijos, consentir a nuestros maridos y mantener hogares hermosos. A la par, se supone que formemos parte de la fuerza de trabajo, compitiendo en el mundo de los hombres, escalando la jerarquía corporativa. Y por si esto fuera poco, lucir amorosas y capaces cada minuto del día. Pero eso no es suficiente: también se espera que impresionemos a nuestros amigos con nuestro hermoso guardarropa y nuestra facilidad para los entretenimientos, el tenis y los arreglos florales. ¿Cómo es posible que hagamos todo eso al mismo tiempo?
John Powell afirma al respecto que cuando la perfección es un ideal se vuelve tortura, no así el crecimiento que ve la vida como un proceso durante el cual las habilidades se desarrollan en forma gradual.
Las mujeres heroicas suelen postergar sus deseos y necesidades ya sean físicas o emocionales. Tienen una obsesión por triunfar, por lograr el reconocimiento y la admiración de los demás y a cambio de estos aplausos están dispuestas a todo.
Para una mujer heroica no hay tarea imposible, es capaz de dominar todo y controlar cada aspecto de su vida y también de la vida de quienes la rodean. Por eso acepta todos los compromisos que puede, no importa si los quiere, con tal de sentirse suficientemente ocupada. Por eso, cuando no consigue la aprobación de los demás, la frustración se hace presente y la decepción la lastima profundamente. Vive en tensión permanente porque suele haber una desproporción entre las expectativas que se impone y la realidad que enfrenta.
Una heroína se basta a sí misma y, por lo tanto, prefiere hacer piruetas y malabares antes que pedir ayuda o aceptarla. Ella es fuerte, segura y cuida hasta el último detalle para que su imagen no se dañe en ningún momento.
Para la mujer maravilla el valor de la persona no está en el ser, sino en el hacer, y cuando su actividad disminuye se siente culpable y su autoestima se afecta. Por eso no hay tiempo para ella, pues está empeñada en dar los resultados a que se comprometió y que suelen estar más allá de sus posibilidades. Establecer metas responsables significa aceptar limitaciones. El heroísmo afirma que no existen.
A menudo gastamos grandes cantidades de tiempo, energía y emoción en los asuntos de otras personas y esperamos que lo aprecien, sin considerar si ellas desean toda esa atención. Animamos a los demás a que se conviertan en dependientes, mientras descuidamos nuestros propios problemas. Y al final, no le estamos haciendo el favor a nadie.
La mejor madre, la ejecutiva del año, la esposa incondicional, la amiga maravillosa, la amante perfecta y dispuesta, el mejor cuerpo, el maquillaje impecable, y una respuesta afirmativa para todos aquéllos que nos rodean. Se supone que debemos vivir acordes con todos nuestros roles tradicionales, criar a los hijos, consentir a nuestros maridos y mantener hogares hermosos. A la par, se supone que formemos parte de la fuerza de trabajo, compitiendo en el mundo de los hombres, escalando la jerarquía corporativa. Y por si esto fuera poco, lucir amorosas y capaces cada minuto del día. Pero eso no es suficiente: también se espera que impresionemos a nuestros amigos con nuestro hermoso guardarropa y nuestra facilidad para los entretenimientos, el tenis y los arreglos florales. ¿Cómo es posible que hagamos todo eso al mismo tiempo?
John Powell afirma al respecto que cuando la perfección es un ideal se vuelve tortura, no así el crecimiento que ve la vida como un proceso durante el cual las habilidades se desarrollan en forma gradual.
Las mujeres heroicas suelen postergar sus deseos y necesidades ya sean físicas o emocionales. Tienen una obsesión por triunfar, por lograr el reconocimiento y la admiración de los demás y a cambio de estos aplausos están dispuestas a todo.
Para una mujer heroica no hay tarea imposible, es capaz de dominar todo y controlar cada aspecto de su vida y también de la vida de quienes la rodean. Por eso acepta todos los compromisos que puede, no importa si los quiere, con tal de sentirse suficientemente ocupada. Por eso, cuando no consigue la aprobación de los demás, la frustración se hace presente y la decepción la lastima profundamente. Vive en tensión permanente porque suele haber una desproporción entre las expectativas que se impone y la realidad que enfrenta.
Una heroína se basta a sí misma y, por lo tanto, prefiere hacer piruetas y malabares antes que pedir ayuda o aceptarla. Ella es fuerte, segura y cuida hasta el último detalle para que su imagen no se dañe en ningún momento.
Para la mujer maravilla el valor de la persona no está en el ser, sino en el hacer, y cuando su actividad disminuye se siente culpable y su autoestima se afecta. Por eso no hay tiempo para ella, pues está empeñada en dar los resultados a que se comprometió y que suelen estar más allá de sus posibilidades. Establecer metas responsables significa aceptar limitaciones. El heroísmo afirma que no existen.
A menudo gastamos grandes cantidades de tiempo, energía y emoción en los asuntos de otras personas y esperamos que lo aprecien, sin considerar si ellas desean toda esa atención. Animamos a los demás a que se conviertan en dependientes, mientras descuidamos nuestros propios problemas. Y al final, no le estamos haciendo el favor a nadie.